domingo, 16 de noviembre de 2008

¡Menudo aperitivo! Y de aperitivo, menudo

Ando algo desaparecido de la taberna. No busquen, no, que no hay ningún cartelito en la puerta de ésos que informan de cierre por defunción, que uno nunca sabe si el finado es el que regenta el negocio, un familiar cercano o si son unas vacaciones en toda regla.

Pero no se preocupen, se trata sólo de que el trabajo me trae últimamente de cabeza. Y tampoco se alegren quienes no me quieran bien, que un día de éstos volveré con jugosas tapitas y mejores vinos. De momento, un aperitivo.

Se trata del debate sobre el derecho o no de una niña de trece años a decidir sobre su muerte. O más bien sobre su cuerpo, pues en realidad no estamos hablando de eutanasia propiamente dicha, sino del supuesto derecho a rechazar un determinado tratamiento médico, en este caso un trasplante.

Si no se tratase de una menor, la cuestión estaría clara. Pero ¿debe tener derecho a decidir una niña de trece años? En mi opinión, y asumiendo que se trata de una familia con una relación afectiva normal, a esa cuestión sólo deberían poder responder sus padres y ser respetada su decisión. Nunca el Estado.

Como diría el canalla de Sabina, dijo hola y adiós, y el portazo sonó como un signo de interrogación...


7 comentarios:

cibeles dijo...

En principio no, una niña de trece años no debe decidir, planteemos la siguiente pregunta ¿se tendria que dejar que una niña con la misma edad pero con anorexia dejara de comer hasta morir?, el tema es parecido si se admite que una tiene capacidad para decidir no someterse a un tratamiento se tendria que admitir de igual forma que la otra pudiera tambien decidir sobre su cuerpo y la comida.

Panduro dijo...

Creo recordar que se ha dado algún caso en España de padres testigos de Jehova que se negaban a autorizar una transfusión para su hijo, y el estado forzó la actuación médica. O sea, que la decisión de los padres tampoco parece ser la definitiva.

No es fácil. A mí me hace falta analizar en cada caso circunstancias y motivaciones para poder, tan sólo, opinar.

Ni idea cómo se legisla ésto. Ni si se puede.

pilar dijo...

Yo quiero pertenecer al club de la buena muerte, de forma libre y autónoma, pero creo que una niña no está preparada para tomar una decisión de esta naturaleza. La necesidad de tutela debe peevalecer para lo bueno y para lo malo, y si unos padres ya no tienen fuerzas para ejercerla, deben entrar los jueces.
Pero es interesante analizar el hasta cuando y hasta dónde de los médicos que muchas veces saben que todo lo que se haga es para nada y siguen cortando y cosiendo, hasta conseguir que una niña diga basta ya.......¿qué límites, si hay que ponerlos, se le pone a esta medicina? ¿Qué valen dos días más de sufrimiento en la UCI para alguien que va a morir, que los médicos saben que va a morir?.
Como dice mi hermano Jose, y yo creo que esta niña ha llegado a la misma conclusión, te tienes que poner muy burro para morirte en un hospital....
Besos, Pilar
Por otra parte esta la cuestión de verte en la situación y pedirle a los médicos que hagan lo imposible.......¡Qué difícil para ellos!

Pasión dijo...

El Estado nunca debe interferir.

Si no he leído mal: es una persona que nació enferma de leucemia, que ha soportado muchos tratamientos farmacológicos y ha "vivido".

Ahora necesita un corazón para seguir viviendo.

Si nos pasara a nosotros, a mi Familia, la dejaríamos morir en Paz, rodeada de cariño.

el aguaó dijo...

La verdad es que es un tema extremadamente delicado.

Bajo mi humilde punto de vista, creo que la señalización de años con una barrera que indique madurez o no es algo totalmente inestable, aunque se debe utilizar... ¿Qué quiero decir coine sto?, pues que ni toos los mayores de 18 años son adultos y maduros ni todos los adolescentes menores de 18 son niños o inmaduros.

Teniendo en cuenta esta reflexión, la decisión de rechazar el tratamiento o transplante es algo relativamente complejo. Esa niña no ha tenido una infancia normal, y las circunstancias han hecho que para ella la muerte tenga sentido y sea algo, teóricamente, más familiar que para los otros niños de su edad, que ni siquiera se plantean el morir. En este caso está el sufrimiento personal de ella y su familia... y el cansancio, porque cuando escuché sus declaraciones en el teledirario comprobé que estaba cansada... tremendamente cansada.

Pese a todo este tostón que te estoy soltando... aún no puedo decirte si esta niña de trece años está capacitada para elegir su destino o no, pero su escasa edad no está reñida con la experiencia o madurez con que, desgraciadamente, las circunstancias le han dotado.

Un fortísimo abrazo querido Tato.

Anónimo dijo...

Como no hay una vara objetiva de medir la madurez en cada caso hay que usar el menos malo de los sistemas: la edad. A partir de 18, de 21 o de 16, pero hay que poner la raya en algún sitio.

Si alguien no tiene edad para votar, ¿cómo la va a tener para decidir sobre esto?
Al fin y al cabo un voto... ¿qué es un voto entre tantos millones? No se le deja votar pero sí tomar una decisión de tal calibre.
No me parece coherente.

Tampoco me parece coherente que el Estado no pueda intervenir en este caso.

Si está admitido y aceptado que el Estado obligue a ponerte casco en la moto o cinturón de seguridad en el coche, ¿por qué no debe intervenir en un caso como éste?

Er Tato dijo...

Vaya por delante, Panduro, que a mí me parece una barbaridad que un padre no permita una transfusión a su hijo por cuestiones religiosas. Ya sabes que soy un descreído. Pero ¿por qué es mejor mi opinión o la del Estado que la de sus padres? ¿Y si sus padres tuvieran razón, hubiera un más allá y ese hijo quedara condenado para toda la eternidad?

Querido Maese, es que yo no estoy en absoluto de acuerdo en que el Estado deba obligar a ponerse el casco o el cinturón de seguridad.

Gracias por vuestros comentarios, Cibeles, Pilar y aguaó, y un abrazo a todos.