jueves, 26 de enero de 2017

Nada que añadir...




 

miércoles, 25 de enero de 2017

¿Ignorante o sinvergüenza?

"Las grandes empresas están en una tributación efectiva de entre el 7 y 8% [...] cuando llegamos al Gobierno en el año 2012, el tipo efectivo de los grandes grupos era del 3%, lo que quiere decir que grandes grupos de España pagaba cero" (Montoro dixit)

Que esto lo diga alguien sin conocimientos tributarios o contables en la barra de un bar tiene un pase -al fin y al cabo, cada español lleva dentro un seleccionador, un economista, un abogado...-, pero que lo diga todo un Catedrático de Hacienda Pública y Ministro de la cosa en sede parlamentaria, ilustra con absoluta claridad el despropósito en el que se ha convertido la política en este bendito país.

De esto ya hablamos por aquí hace algún tiempo, aunque en aquella ocasión la barbaridad la soltó un periodista. Ahora, visto que ninguno de los españolitos que firmó una cláusula suelo entendió lo que firmaba, tampoco resulta extraño que un Ministro de Hacienda y experto en la materia no entienda un informe que redacta su propio Ministerio.

No voy a explicar aquí de nuevo la aberración que supone hablar de tipo efectivo de tributación en referencia al resultado contable de una empresa, más aberración cuanto más sea el peso de la actividad internacional de la misma -para no repetirme, quien tenga interés en la explicación, puede echar un vistazo a esta entrada-, tan sólo subrayaré que las ratios que cita el señor Montoro, y a las que denomina inexplicablemente tipo efectivo del impuesto, se refieren al Impuesto de Sociedades devengado por las empresas en relación al resultado contable y no a la base imponible, tal y como pueden comprobar en el cuadro 3.6 de la página 45 del "Informe Anual de Recaudación Tributaria 2015" elaborado por la propia Agencia Tributaria.

A eso cabría añadir que, cuando compara la tributación de sociedades con la de las rentas del trabajo, olvida que los beneficios empresariales son gravados dos veces, una en el Impuesto de Sociedades, y otra cuando se distribuyen beneficios en forma de dividendos, lo que hace que alcancen un tipo aproximado del 40%.

Si el señor Montoro no distingue conceptos tributarios y fiscales tan básicos, deberían expulsarle de la cátedra de la que es titular. Y si los distingue, debiera dimitir por mentiroso y manipulador. Como no va a ocurrir ni lo uno ni lo otro, me conformaré con tildarle de sinvergüenza.

domingo, 22 de enero de 2017

La brocha gorda como herramienta intelectual...

En estos días de manifestaciones mundiales y sesudas tertulias poniendo a parir al nuevo presidente de los EEUU y, de paso, a los irresponsables que lo han colocado ahí con sus votos, me he topado con un tuit de alguien a quien sigo en Twitter porque sus opiniones, unas veces compartidas y otras no, son siempre interesantes. En ese tuit señalaba una entrada de su blog en el que llamaba imbéciles a cualquiera que se atreviese a cuestionar esa máxima de un ciudadano un voto. Y claro, como me estaba llamando imbécil a mí, me di por aludido y le respondí que la brocha gorda no suele ser una buena herramienta para el intelecto. No debió darse por aludido.

Quienes me siguen desde hace tiempo recordarán alguna que otra entrada a este respecto. Como puede deducirse fácilmente, a mí no me parece una imbecilidad plantear una reflexión sobre la calidad del voto, entendida no como la calidad de la opción elegida por el votante, sino como el grado de comprensión de dicha opción y de las reglas de juego del sistema político en el que se enmarca esa elección.

Cuando se plantean estas reflexiones, la mayoría -y particularmente la izquierda oficial-, te mira como con desprecio y lástima, retirándote automáticamente el carné de demócrata. Son los mismos que ahora cuestionan implícitamente -y algunos incluso explícitamente-, esa máxima de un ciudadano un voto cuando el resultado de ese voto es un engendro llamado Trump. Son los mismos que piensan que el consumidor, en general, no está capacitado para entender las consecuencias de una cláusula suelo o de la responsabilidad patrimonial universal aunque se la pongan en mayúsculas y en negrita, pero que sí es capaz de entender -menuda contradicción-, los efectos de su elección política. Son los mismos que llaman imbéciles a quienes pensamos que hay que hacer una seria reflexión sobre la calidad del voto, en el sentido antes señalado, y nos meten en el mismo saco que a los imbéciles, estos sí, que piensan que la calidad del voto tiene que ver con pertenecer a la élite del país, con ser el más inteligente o con tener un título universitario.

En fin, la brocha gorda como herramienta intelectual...

jueves, 12 de enero de 2017

De cuando hacerse el imbécil resulta rentable...

¿Estarían ustedes dispuestos a asumir públicamente que son imbéciles a cambio de un precio? Porque a eso es a lo que están dispuestos una inmensa mayoría de los que van a reclamar que le devuelvan lo pagado por aplicación de la claúsula suelo que tienen en las hipotecas que firmaron.

Recordemos que lo que dice la justicia respecto de las cláusulas suelo no es que sean abusivas en sí mismas, pues las considera perfectamente válidas, sino que son abusivas por poco transparentes. Viene a decir que, quien firmaba una hipoteca y leía que el tipo de interés era variable pero que, en ningún caso, podía bajar de una determinada cuantía, no entendía lo que leía ni era consciente de lo que eso le iba a suponer. Vamos, que era literalmente imbécil. Al menos durante los cinco minutos que duraba la firma.

No digo yo que no existan casos reales de falta de transparencia -claúsulas escondidas entre la enorme literatura jurídica de una escritura, defectuosa redacción que lleva a confusión...-, y precisamente por ello hay que ir caso por caso, porque hay contratos donde esa cláusula incluso figura en negrita y destacada o que fueron firmados por profesionales del Derecho o de las finanzas respecto de los que cabe presumir que no eran imbéciles, al menos a estos efectos. No se entiende bien que nuestro Tribunal Supremo haya optado por asumir la máxima de que, en todos los casos, el consumidor desconocía o no podía comprender el contenido y consecuencias de dicha cláusula. 

Líbreme Dios de defender a los Bancos, que eso y abusar ya lo hacen ellos solitos con bastante empeño, pero el más mínimo sentido de la equidad y de la justicia material debería impedir esa interpretación de brocha gorda. Porque no olvidemos que es razonable pensar que, sin la existencia de esa claúsula suelo, es más que probable que el préstamo hipotecario le hubiera resultado más oneroso al prestatario, posiblemente en forma de un mayor diferencial sobre el tipo de referencia o de más comisiones. Por tanto, el consumidor se benefició de unos menores tipos mientras éste estuviera por encima del suelo estipulado a cambio de asumir la cláusula suelo, pero ahora obligan al banco a devolver lo cobrado de más como si dicha cláusula no hubiera existido, sin que el banco pueda variar el resto de las condiciones, que se pactaron en aquellos términos, precisamente, porque existía esa cláusula suelo.

Por otro lado, y al hilo de todo este asunto, se ha producido hace pocos días otra sentencia de un Juzgado de lo Mercantil en la que declara abusiva y, por tanto nula, la cláusula de un préstamo hipotecario en la que se establecía la responsabilidad patrimonial universal del deudor. Si tenemos en cuenta que dicha responsabilidad está establecida en el art. 1.911 de nuestro Código Civil y que dicha cláusula se limitaba a subrayar, de manera redundante, lo que el propio precepto legal establece, ¿debemos entender que si no se hubiera incluido esa cláusula, no hubiera podido ser declarada nula y que, por simple aplicación de la Ley, el deudor seguiría respondiendo de la deuda hipotecaria con todo su patrimonio presente y futuro? ¿o debemos entender que dicho precepto nunca será aplicable por falta de transparencia? ¿o qué debemos entender de esa absurda sentencia?

Que, en términos generales, el consumidor es la parte débil en materia de contratación, que debe ser protegido con determinadas presunciones favorables a él y que hay que poner coto a los abusos contra el ciudadano en tanto actúe como consumidor, me parece justo e imprescindible. Pero de ahí a que entremos en una dinámica en la que desvistamos al consumidor de toda responsabilidad por sus decisiones, dictando sentencias que afirman implícitamente que es tonto de baba, media un abismo. Eso sólo conseguirá infantilizar -¿aún más?- el comportamiento del consumidor, fabricar consumidores irresponsables y poco exigentes con sus derechos y que la otra parte contratante se sobreproteja a partir de ahora, de tal forma que pagaremos todos los consumidores nuestra presunción de imbecilidad por la imbecilidad real de unos pocos.


miércoles, 11 de enero de 2017

Otra socialdemócrata en el gobierno...

Actualmente, los pensionistas que tienen pensiones mínimas o no contributivas no pagan nada por los medicamentos, los que, fuera de esos supuestos, tienen unos ingresos de hasta 18.000 € pagan el 10% del precio de los medicamentos con un tope de 8,23 € al mes, los que tienen ingresos desde 18.000 € hasta 100.000 € pagan el 10% con un tope de 18,52 euros al mes y los que ingresan más de 100.000 € al año, pagan el 60% con un tope mensual de 61,75.

Ése es el cuadro del copago para los pensionistas en nuestro país. Y a la nueva ministra se le ha ocurrido abrir el melón de la reflexión sobre si es o no razonable esa situación. Y claro, le han llovido hostias como panes. De los suyos, de los de enfrente y de los de al lado. Tantas y tan sonoras han sido las hostias, que la pobre mujer no acierta a quedarse quieta en un argumento y va de uno a otro dando saltitos nerviosos al estilo Chiquito para ver si consigue acertar con lo que los demás desean escuchar y se hace el silencio. Pobre mujer, ¡qué poca personalidad!

¿Y qué dice al respecto, por ejemplo, el PSOE? Pues que "no va a haber incremento de los copagos farmacéuticos a pensionistas porque el PSOE va a votar en contra de esa medida y eso tiene que pasar por el Congreso de los Diputados". Y también "que en España es necesaria una reforma fiscal en profundidad para gravar las grandes fortunas y rentas más altas, ahí es donde se puede introducir la progresividad del contribuyente de las personas jubiladas que cobran rentas más altas"

En román paladino, al partido socialdemócrata por excelencia -o eso dicen ellos-, de este bendito país le parece bien que quien ingresa 80.000 € al año pague lo mismo por los medicamentos que quien ingresa 19.000 €. O que quien ingresa 130.000 € pague como máximo al año el 0,57% de su renta mientras que el que ingresa 18.000 € paga el 1,23% de su renta.

La idea de la progresividad en la contribución de los ciudadanos al bien común que se maneja en ese partido -y en otros muchos de más a la izquierda-, resulta, como poco, incoherente. Parece como si la progresividad -que, por cierto, en nuestro país es ya escandalosamente progresiva, valga la redundancia-, sólo pudiera conseguirse por la vía de los impuestos y no por la vía de lo que el Estado le devuelve después en forma de bienes y servicios al ciudadano.

A apostillar esa idea sobre cómo se entienden estas cuestiones en ese partido viene, por ejemplo, la famosa y mal llamada gratuidad de los libros de texto en Andalucía, de la que ya hablábamos por aquí hace nada menos que nueve años, y que, por supuesto, ahí sigue, en la propaganda anual de Susana Díaz.

En fin, que a ver si va a resultar que, junto con Montoro -socialdemócrata por el lado de los ingresos-, se le ha colado a Rajoy en el gobierno otra socialdemócrata por el lado del gasto.



sábado, 7 de enero de 2017

Otro déjà vu...

Bueno, lo que le está pasando a Antonio Salas, magistrado del Tribunal Supremo, es lo de siempre. Alguien tiene una opinión, la manifiesta públicamente con argumentos que pueden o no ser compartidos, y le cae la del pulpo por ser un elemento políticamente incorrecto cuando no directamene un retrógrado. Nada nuevo bajo el sol. Salvo la valentía de muy pocos y la cobardía de muchos.

En fin, otro déjà vu...

lunes, 2 de enero de 2017

De titulares, realidades, manipulaciones... y felicidad

Leía hace unos días un artículo en un periódico digital de los considerados serios que me dejó preocupado. "¿Es la deuda de España el 100% del PIB? No. Es el 140%", es el aperitivo con el que abre boca en negrita y a quemarropa. Era tan increíble lo que se decía en él, que al principio pensé que era una inocentada dada la fecha. Pero no, el propio autor se preocupaba de negar al final del artículo que lo fuera.

El artículo es una muestra clara de la ligereza con la que cualquiera, sin la debida cualificación -o, al menos, sin demostrarla-, se atreve a exponer en un medio público, no una opinión, que siempre sería un ejercicio del derecho fundamental a la libertad de expresión, sino una información manipulada, creando opinión y desinformación en los ciudadanos que asumen -sin duda erróneamente- que, quien tiene acceso a escribir en un medio de comunicación o a hablar en una tertulia de radio o televisión, no puede ser un profano en la materia sobre la que escribe o habla y que quien le deja escribir o hablar en él -los propietarios del medio-, no serían tan irresponsables como para permitirlo.

Tan grave me pareció la manipulación y tan evidente la metedura de pata, que decidí hacerle un comentario a su autor para advertirle de su error. En él (comentario #8) le advertía, apoyándome precisamente en uno de los enlaces que el propio artículo aportaba, que estaba cometiendo un error de bulto al asimilar pasivos totales con deuda pública del Estado. El Banco de España (BdE) publica regularmente este informe -también aportado en el artículo-, en el que muestra, por un lado, el total de los pasivos en circulación de las Administraciones Públicas (AAPP) y por otro la deuda pública de esas mismas AAPP calculado según el Protocolo de Déficit Excesivo (PDE), cuya metodología también es explicada por el propio BdE. Resulta llamativo que el propio artículo aporte, para apoyar su tesis, documentos que la refutan.

¿Y qué es eso de los pasivos, la deuda y el protocolo? Se lo explicaré a ustedes con un ejemplo. Las AAPP consiguen dinero para pagar todos los servicios públicos por dos vías fundamentalmente: impuestos y, cuando gastan más de lo que ingresan, pidiendo prestado. Lo habitual es que pidan prestado emitiendo títulos de deuda pública -letras, bonos, pagarés...-, que compran los ciudadanos, las empresas, los fondos de inversión... Por otro lado, del efectivo que posee el Estado conseguido por cualquiera de esas dos vías, concede préstamos a las Comunidades Autónomas (CCAA) y a otros organismos públicos. Además de todo eso, los distintos organismos públicos del Estado suelen hacer operaciones entre ellos, por ejemplo, un organismo determinado que requiere un servicio de otro, tiene que pagárselo, y como no se hace en efectivo, se genera un crédito a favor de quien presta el servicio y una deuda -pasivo-, para quien debe pagarlo.

Pues bien, si calculásemos los pasivos totales del Estado, habría que sumar todas y cada una de las deudas que cada organismo o institución pública tiene, con independencia de a quién se lo deba. Imaginemos que el Estado es una familia y, por ejemplo, las CCAA son los miembros de esa familia. Sigamos imaginando que uno de ellos -pongamos que el padre y así parezco un machista redomado-, pide un préstamo o acepta letras de cambio por 50.000 € a una entidad financiera para mantener el tren de vida de la familia. Imaginemos también que con el dinero obtenido, además de ir pagando la luz, el agua, la comida, etc., hace un préstamo a uno de sus hijos de 10.000 € a devolver en un año. Además, otro de los hijos es carpintero y el padre le encarga que renueve todos los muebles de la vivienda familiar por 7.000 € que le pagarán dentro de seis meses. Finalmente, imaginemos que al padre le tocan 5.000 € en la lotería y decide recomprar a la entidad financiera parte de las letras de cambio que aceptó y guardarlas por si, antes de su vencimiento, tiene que volver a ponerlas en circulación para recuperar efectivo. En ese ejemplo, los pasivos totales de la familia serían la suma de todas las deudas que cada uno de los miembros tiene, con independencia de que se lo deban a miembros de la familia o a terceros, es decir, 67.000 €, resultado de sumar los 50.000 € que debe el padre a los tenedores de las letras, los 7.000 € que le debe el padre a su hijo carpintero y los 10.000 € que le debe su otro hijo al padre. Pero ¿cuál sería la deuda real de la familia, lo que la familia debe? Obviamente, la familia, como conjunto, sólo debe los 50.000 € menos los 5.000 € de las letras que recompró porque se las debe a sí mismo, es decir, 45.000 €. En resumen, los pasivos totales en circulación ascienden a 67.000 €, pero la deuda a 45.000 €.

Se entiende la diferencia, ¿verdad? Pues lo que hace el PDE básicamente -hay algunos matices adicionales pero que no son significativos a efectos del asunto que estamos analizando-, es ajustar el total de los pasivos totales de las AAPP a la deuda real de esas mismas AAPP. Y todo está documentado y es público.  Y lo que hace el señor Bermejo es afirmar que lo que debe España son los pasivos en circulación y no la deuda neta.

Volviendo de nuevo al cruce de comentarios, el autor del artículo me contesta (comentario #83) que las cuentas no las ha hecho él, sino el BdE y que él sólo ha transcrito los datos, lo cual es falso. ¿Por qué? Porque en su transcripción, conscientemente o no, ha manipulado lo que dice el BdE cuando afirma en su artículo que "La deuda total de España (pasivos en circulación) la publica el Banco de España...". En su informe, el BdE distingue claramente los conceptos "pasivos en circulación" y "deuda", mientras que el autor en su artículo los identifica, tal y como le indico en mi respuesta a su comentario (comentario #107). Pero el señor Bermejo insiste (comentario #116) y por supuesto yo también (comentario #121).

Y ahí se quedó la cosa respecto del contenido del artículo. Pero hete aquí que en un intercambio de opiniones que mantiene con otro lector afirma lo siguiente (comentario #140) respecto de lo innecesario del rescate bancario: "Los depositantes tenían garantizados sobradamente sus pasivos con los fondos propios de las entidades. Las rescataron para que los bonistas, accionistas y fondos no perdieran, o minimizaran sus pérdidas de inversión. Fue un espolio en toda regla." Y a continuación esto otro (comentario #149): "Hace tiempo hice un estudio sobre el balance de Bankia 2011 y había de sobra. Lo expliqué en un programa de economía directa. No recuerdo el día. A ver si lo encuentro y se lo enlazo." Y claro, llovía sobre mojado e intervine de nuevo (comentarios #153 y #155 respectivamente).

Como suele ocurrir cuando uno se queda sin argumentos, el intento de debate terminó de un modo algo abrupto por su parte (comentario #160) y yo zanjé la cuestión reafirmándome en mis argumentos y pidiéndole disculpas si en algún momento se había sentido ofendido por mis formas (comentario #169).

Y si todo quedó zanjado, ¿a qué viene esta entrada? Pues viene a que el citado artículo sigue divulgándose en la red como cierto, como sólido, como riguroso. Incluso el propio autor, que parece dispuesto a que la realidad no le estropee un titular populista y dañino, sigue retuiteándolo. Y viene también a que es necesario desenmascarar a quienes hacen afirmaciones gratuitas que, siendo manifiestamente falsas, manipuladas y poco rigurosas, pueden provocar mucho daño si en algún momento son asumidas como ciertas en determinados círculos, desde instituciones europeas hasta fondos de inversión que financian nuestro Estado del Bienestar.

Que conste que no conozco de nada a este señor y que nada personal tengo contra él. Ni siquiera pretendo hacer juicios de valor sobre sus intenciones, tanto en el artículo objeto de esta entrada como en otro que escribió con otros tres colegas en el que se autodenominaban "grupo de profesores y economistas independientes". Simplemente me limito a exponer el debate que tuvo lugar a raíz de aquel artículo para que cada cual, si le apetece, extraiga sus propias conclusiones sobre la credibilidad que le deben merecer los análisis del señor Bermejo cuando de cuestiones económicas se trate. Y no olviden que hay muchos señores Bermejo en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Y después de este ladrillo, les deseo que el próximo año sean ustedes capaces de ser un poquito más críticos con todo lo que leen. Si lo consiguen, seguramente serán menos felices, pero algo más libres. Ustedes eligen.

¡Feliz 2017!