Tampoco es que se pueda esperar mucho de las Directivas europeas en favor de la libre competencia, sobre todo después de ver cómo se las gasta con la Política Agrícola Común y similares, o con los vaivenes de las ayudas a la industria, o a la banca, o a todo lo que se menea según sople el viento.
Algo parecido ocurre con el tan manoseado principio de igualdad en general, y de igualdad de sexo en particular, que no de género. Hombres y mujeres debemos ser iguales. Por cojones. Le pese a quien le pese. Y no hablamos de igualdad en la ley y en la aplicación de la ley, de derechos y obligaciones. No. Hablamos de igualar lo diferente.
Y puestos a igualar, igualemos aunque perjudique a la mujer. Que ya no se trata de discriminarla positivamente, de intentar compensar los injustos desequilibrios sociales de partida que han sufrido y sufren, algo razonable y de justicia en lo que, afortunadamente, se ha avanzado una barbaridad. No. Ahora se trata de cometer con las mujeres la misma injusticia que hasta ahora se estaban cometiendo en algunos casos con los hombres en nombre de un exagerado, perverso y malentendido principio de igualdad.
Conforme a una sentencia de Marzo de 2011 del Tribunal de Justicia europeo, desde el 21 de Diciembre de 2012 las compañías aseguradoras no podrán usar el sexo de la persona como factor actuarial -o sea, como una de las circunstancias que se tienen en cuenta para el cálculo estadístico de las indemnizaciones en cualquier siniestro-, y, por tanto, como elemento de cálculo en el coste de los seguros. Da igual que mujeres y hombres seamos distintos en la manera de afrontar nuestras vidas, en nuestros comportamientos sociales, en la forma en que afrontamos los riesgos. Y da igual que esa diferencia tenga un reflejo claro en los costes de operación de las aseguradoras. Y que éstas, con buen criterio, vinieran repercutiendo en forma de primas de seguro más baratas para las mujeres -o más caras para los hombres, plantéese como se quiera-, esos menores costes. En nombre de la sacrosanta igualdad, a partir de la próxima semana estará prohibido cobrar menos a las mujeres por sus seguros. Al menos por el hecho de ser mujer. Espero que pronto prohíban también los sablazos en los seguros de automóvil para los conductores menores de 25 años, que el de mi hijo me está costando un riñón...
Menos mal que el neoliberalismo, el libre mercado, la libre competencia, las libertades en definitiva, han sido los causantes de toda esta crisis que estamos padeciendo... Y lo peor es que la inmensa mayoría de los ciudadanos lo cree a pies juntillas. ¡Con dos cojones!