¿Tiene sentido el derecho a la huelga, tal y como está configurado actualmente en nuestro país, en el seno de un Estado democrático y de Derecho? En mi opinión, no.
Como todos ustedes sabrán, el derecho a la huelga está reconocido en nuestra Carta Magna y regulado en una Ley, aunque sea preconstitucional. Por tanto, en esta entrada no se cuestiona que tal derecho sea legal, sino si es razonable que lo sea en el contexto de un Estado democrático y de Derecho.
El derecho a la huelga consite, muy sintéticamente, en la posibilidad de que el trabajador deje de acudir a su puesto de trabajo, sin que ello extinga la relación laboral o dé lugar a sanción alguna, salvo dejar de percibir el salario durante su ejercicio. Dicho de otra forma, es un derecho que permite al trabajador incumplir legalmente su contrato sin más consecuencia que la de no percibir la contraprestación -el salario- a la que tendría derecho de no incumplirlo.
Que las huelgas han supuesto históricamente un instrumento fundamental para la conquista de importantes derechos para los trabajadores -jornadas laborales más razonables, vacaciones, permisos retribuidos, etc.-, es una obviedad. Que esas conquistas exigieron huelgas, en algunos casos con sacrificios personales extremos de los trabajadores, a causa del contexto legal e institucional en el que se produjeron es otra.
Ahora bien, en un contexto donde el marco legal de las relaciones laborales se decide por el poder legislativo que, a su vez, es elegido por los ciudadanos, ¿tiene sentido la existencia del derecho de huelga? Cuando la posible conculcación de los derechos reconocidos legalmente a los trabajadores pueden ser reclamados en los tribunales, ¿tiene sentido la existencia del derecho de huelga?
Resulta complicado defender la bondad de su existencia, salvo que lo que se defienda sea impedir por las bravas determinados comportamientos legítimos y legales de la otra parte -el empresario-, tomando además como rehenes, en muchos casos, a los ciudadanos.
Por ejemplo, la huelga de los tripulantes de Ryanair en España. Se convoca para evitar que una empresa cierre determinados centros de trabajo y despida a los trabajadores, ambas decisiones, en principio, legítimas y legales si se hacen conforme a lo estipulado en las leyes vigentes. Y si no lo fueran, ahí están los tribunales. Sin embargo, el derecho de huelga permite a los trabajadores convocar una huelga en determinadas fechas -las que más afecten a los clientes de la empresa-, con objeto de perjudicar lo más posible a la empresa y obligarla así a reconsiderar su decisión. Sea ésta legítima o no. Sea ésta legal o no.
No parece que reconocerle a una de las partes de una relación jurídica el derecho de coaccionar a la otra para que actúe de una determinada manera sea una idea justa y equilibrada. ¿No habíamos quedado en que, en un Estado de Derecho, el monopolio de la violencia corresponde al Estado?
2 comentarios:
Buenas, compadre, póngame algo doble con alcohol porque aquí me toca usted la fibra. De primeras, completamente de acuerdo con su opinión argumentada; sobre todo con eso de que “ahí están los tribunales”. De segundas, prefiero advertir que la mía será más subjetiva que objetiva porque este asunto me pone de los nervios.
1. En la mayoría de huelgas que me han tocado personalmente (las que se hicieron en empresas que he trabajado, no las que padecí de otros sectores), y en veinte años han sido unas cuantas porque trabajo en un sector que da pena, penita, pena, la conclusión ha sido siempre la misma: ¿qué mejoras del Convenio se han logrado que no pudieran haberse logrado sólo con la intención y el diálogo de ambas partes? Es decir, sin que hubiera sido necesaria esa huelga. Ignoro la razón por la que es así, pero me niego a creer que un diálogo entre las partes implicadas -diálogo durante todo el tiempo que tenga que ser- no pueda concluir en un acuerdo.
2. He vivido también huelgas menores (las mayores han sido por Convenios), las que se han organizado por problemas internos puntuales. Y han sido muchas las veces en las que he comprobado que un problema se ha sacado de la chistera para justificar una acción sindical, para darle un sentido. Y, cuidado, que aquí no se salva nadie: el empresario de mi sector es para darle patadas, una tras otra.
3. La huelga jode, y mucho, a ciudadanos que nada tienen que ver con ella. Y que no son culpables. Entiendo que si los pilotos de una línea aérea se ponen en huelga, los pasajeros tendrán que fastidiarse, será algo inevitable. Pero por qué una huelga de astilleros, por ejemplo, no se limita a parar la producción y se expande al corte de carreteras. Por la difusión, claro. Si hay cortes de carreteras ocupa más espacio, y principal, en el telediario. Y no, no lo veo. No lo compro, que dicen ahora los guays y yo soy uno de ellos.
4. Los piquetes informativos. Si podemos cuestionar el sentido, que no la legalidad, de la existencia del derecho a la huelga, ¿qué me dice usted de los piquetes informativos? En primer lugar, esos piquetes suelen tener de informativos lo que mismo que tengo yo ya no de cura, sino de monja. Los he padecido hasta el punto de casi llegar a las manos. A Lola la han insultado. En fin, que un mojón para ellos. Son piquetes coactivos. También hay coacción empresarial, sólo faltaría, aquí no se salva ni el Tato podría decir, pero no lo digo porque no quiero implicarlo a usted en mis cosas. En este desahogo. Además, en la era de la información, donde alguien se rompe el peroné en Australia y yo me entero un segundo más tarde sólo rastreando en Instagram, ¿qué sentido tiene que haya un grupo de personas encargadas de informar sobre los motivos de una huelga el mismo día de su desarrollo? La huelga se advierte y organiza con semanas de antelación. Yo tengo todo ese tiempo para informarme sobre esos motivos y tengo a mi disposición toda la documentación necesaria para ello. Y me informaré o no si me da la gana hacerlo o no. O sea, tengo el derecho a la información, pero no el deber de estar informado. Puedo vivir como un eremita si me sale de ahí mismo. Lo cual me acarreará consecuencias, claro que sí, pero es mi problema.
5. ¿Y los datos de seguimiento? ¿Qué me dice usted de eso? Según los empresarios, el quince por ciento. Según los sindicatos, el noventa. Alguien miente, ¿no? Quien lo hace, pierde la legitimidad. Pero nunca nos enteramos y todo queda como en anécdota.
Póngame usted otra, a ver si entra alguien y se arranca por soleares en esta taberna donde no está prohibido el cante.
Un fuerte abrazo
¡Coño, Juanma, te has explayado a gusto! Eso se merece un cervezón con unos chochitos.
Sobre lo que dices, desgraciadamente no te puedo llevar la contraria porque estamos de acuerdo. Una lástima.
Pensaba que esta entrada iba a ser más provocadora, pero una de dos, o nadie me lee ya o casi todos piensan lo mismo que nosotros y no se atreven a decirlo. Hasta la tuiteé.
Un fuerte abrazo
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