Esta mañana leí este tuit, retuiteado por alguien a quien sigo. Como podéis ver, se trata de una estudiante que no puede pagarse la matrícula de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla porque "el Gobierno no me concede la beca para continuar mis estudios", según afirma. Al parecer, sólo necesita 500 € para seguir estudiando, y para conseguirlos vende poemas exclusivos a 1,5 € o ilustraciones a acuarela por un precio de 5 € a 10 €.
Me asomé a su Twitter por curiosidad y comprobé que había conseguido un importante eco de simpatía y solidaridad. Muchos querían comprar sus poemas o sus acuarelas, o retuiteaban su tuit para darle difusión, o le daban ánimos, o criticaban a este sistema por impedir a alguien cumplir sus sueños. No hay nada como poner en una coctelera un "el gobierno no me concede la beca" junto a un "no me permiten cumplir mis sueños" y una pizca de desesperación, impotencia y mala situación económica de los padres, agitarlo todo adecuadamente y servirlo en las redes sociales para que se produzca automáticamente una corriente de simpatía para la presunta víctima y otra de signo opuesto para este gobierno presuntamente insensible.
Nadie le preguntaba las razones por las que no le daban la beca. Todos daban por hecho que era una injusticia. Nadie se planteaba si le denegaban la beca por ser una mala estudiante, por tener unos ingresos que sobrepasaban el umbral o por una verdadera injusticia, así que se lo pregunté yo. Le envié un tuit en el que le preguntaba cuál era la razón de que no le concedieran la beca, si era económica, académica o un error administrativo. De eso hace bastantes horas, tiempo durante el cual ha seguido tuiteando de forma activa.
Obviamente ella tiene todo el derecho a no responder. Y yo tengo todo el derecho a sacar mis propias conclusiones de ese silencio. Puede que le hayan denegado la beca por bajo rendimiento académico, en cuyo caso no parece que su sueño sea tan importante como para esforzarse y aprobar al menos el 90% de las asignaturas en las que se ha matriculado. Pudiera ser también que los ingresos de la unidad familiar sean superiores al umbral fijado para obtener la beca de matrícula -por ejemplo, para una familia de tres personas, los padres y una hija, los ingresos deben ser superiores a 32.697 euros, que no está nada mal-, en cuyo caso no parece que deban tener problemas para hacer frente a un gasto de 500 euros. O también podría tratarse de una magnífica campaña de marketing para vender poemas, acuarelas y retratos a lápiz. En cualquier caso, parece claro que no lo vamos a averiguar.
Y que conste que no conozco de nada a esta chica y que le deseo sinceramente que consiga su objetivo de continuar sus estudios. Este tipo de usos, y en ocasiones de abusos, de las redes sociales, y esas corrientes espontáneas de solidaridad acrítica en las que de paso se pone a parir al gobierno de turno, son comunes en los tiempos que corren. Sólo he usado el caso de Cynthia para ilustrar este tipo de iniciativas que comienzan a ser habituales.
Me asomé a su Twitter por curiosidad y comprobé que había conseguido un importante eco de simpatía y solidaridad. Muchos querían comprar sus poemas o sus acuarelas, o retuiteaban su tuit para darle difusión, o le daban ánimos, o criticaban a este sistema por impedir a alguien cumplir sus sueños. No hay nada como poner en una coctelera un "el gobierno no me concede la beca" junto a un "no me permiten cumplir mis sueños" y una pizca de desesperación, impotencia y mala situación económica de los padres, agitarlo todo adecuadamente y servirlo en las redes sociales para que se produzca automáticamente una corriente de simpatía para la presunta víctima y otra de signo opuesto para este gobierno presuntamente insensible.
Nadie le preguntaba las razones por las que no le daban la beca. Todos daban por hecho que era una injusticia. Nadie se planteaba si le denegaban la beca por ser una mala estudiante, por tener unos ingresos que sobrepasaban el umbral o por una verdadera injusticia, así que se lo pregunté yo. Le envié un tuit en el que le preguntaba cuál era la razón de que no le concedieran la beca, si era económica, académica o un error administrativo. De eso hace bastantes horas, tiempo durante el cual ha seguido tuiteando de forma activa.
Obviamente ella tiene todo el derecho a no responder. Y yo tengo todo el derecho a sacar mis propias conclusiones de ese silencio. Puede que le hayan denegado la beca por bajo rendimiento académico, en cuyo caso no parece que su sueño sea tan importante como para esforzarse y aprobar al menos el 90% de las asignaturas en las que se ha matriculado. Pudiera ser también que los ingresos de la unidad familiar sean superiores al umbral fijado para obtener la beca de matrícula -por ejemplo, para una familia de tres personas, los padres y una hija, los ingresos deben ser superiores a 32.697 euros, que no está nada mal-, en cuyo caso no parece que deban tener problemas para hacer frente a un gasto de 500 euros. O también podría tratarse de una magnífica campaña de marketing para vender poemas, acuarelas y retratos a lápiz. En cualquier caso, parece claro que no lo vamos a averiguar.
Y que conste que no conozco de nada a esta chica y que le deseo sinceramente que consiga su objetivo de continuar sus estudios. Este tipo de usos, y en ocasiones de abusos, de las redes sociales, y esas corrientes espontáneas de solidaridad acrítica en las que de paso se pone a parir al gobierno de turno, son comunes en los tiempos que corren. Sólo he usado el caso de Cynthia para ilustrar este tipo de iniciativas que comienzan a ser habituales.