domingo, 10 de mayo de 2015

Con dos cañones en proa...

Discutía el otro día con un amigo sobre la calidad del voto. Yo, en línea con las reflexiones que expuse en el ya lejano estreno de este blog, reiteré mi tesis mientras pude, que pude bien poco. Él, indignado ante mi osadía, repetía una y otra vez la misma afirmación a modo de axioma, ilustrándola en cada andanada con ejemplos variados de común denominador, a saber, que la calidad del voto de un pastor que ni siquiera supiera leer ni le interesara la política es la misma que la de un ciudadano informado e interesado. Yo, sorprendido por su indignación, apenas podía intercalar palabras sueltas por entre los huecos que dejaba su retahíla para tomar aire y no asfixiarse.

Discutir sobre política con alguien que sólo usa las tripas para sustentar sus posiciones no lleva a ningún lado. No sólo pasas un mal rato, sino que corres el riesgo de perder a un amigo y parecer lo que no eres. Por eso, cuando entró en el bar aquella morena de ojos verdes, con dos cañones en proa y una popa respingona insinuada con recato bajo el vuelo de su falda de primavera, y mi amigo me miró sonriente con un movimiento de cabeza, aproveché para cambiar de tema y pedir otras dos cervezas. Al fin y al cabo, resultaba obvio que era más lo que nos unía que lo que nos separaba.


22 comentarios:

Panduro dijo...

Es lo que tiene confundir voto con opinión.

Er Tato dijo...

Pues hoy no te pillo, Panduro. O yo estoy espeso, o tú estás muy críptico...

Saludos

Panduro dijo...

Buenos días.

A ver si ahora me explico mejor. Quería decir que su amigo confunde la calidad de la opinión con la calidad del voto y, puesto que es evidente que no todas las opiniones valen igual, lo mismo debería ocurrir con el voto.

Olvida su amigo, en mi opinión, que el voto es un derecho fundamental, y que si lo ponderamos nos estaríamos cargando el propio sistema que hace que tenga sentido que se vote.

Siguiendo el razonamiento de su amigo, como no todas las opiniones vales lo mismo, también deberiamos limitar la libertad de expresión; etcétera.

Saludos,

Er Tato dijo...

Me temo que quizás no me haya explicado bien en la entrada.

Quien opina que el voto de todos debe valer lo mismo, que todos son de la misma calidad, es mi amigo. Y quien plantea una reflexión sobre la calidad del voto y la conveniencia de que no tenga el mismo valor el voto de un ciudadano voluntariamente desinformado y desinteresado que el de un ciudadano más o menos informado, soy yo. ¿Cómo hacer eso? Bueno, no es fácil. Un primer paso podría ser exigir al ciudadano un mínimo de conocimiento sobre nuestro sistema político y otro tipo de cuestiones anejas. Una especie de carné que te habilite para votar, como insinué por aquí.

El voto es un derecho fundamental, sí, pero los derechos deberían llevar aparejadas obligaciones. El voto determina el futuro del conjunto de los ciudadanos y, en ese sentido, es un acto que trasciende el entorno particular, que tiene consecuencias colectivas. ¿Es tan descabellado que, desde la ideología y las convicciones que profese cada cual, se procure que el ciudadano que vote se merezca ejercer ese derecho que afecta al conjunto de la sociedad? No se trata de que un voto valga más o menos que otro, se trata de que unos puedan votar -los que se interesen por estar mínimamente informados y conocer un poco el sistema político en el que están inmersos-, y otros no. Sería el propio ciudadano el que decidiría, con su comportamiento personal, si puede o no ejercer el derecho a votar.

Y hombre, no comparemos la libertad de expresión, que no tiene consecuencias para el conjunto de la sociedad, con el derecho al voto. Además, ¿por qué nos rasgamos las vestiduras si, actualmente, el voto de un ciudadano de Cuenca y el de un ciudadano de Madrid no valen lo mismo, y además por mucho?

Saludos

Panduro dijo...

Ah, pues entonces estoy con tu amigo.

No se trata de que todos los votos tengan la misma calidad, sino que todos valen lo mismo. Igual que no todas las opiniones tienen la misma calidad, pero todos tenemos derecho a expresar la nuestra.

Panduro dijo...

Estoy con el movil y no se si he mandado ya el comentario o no. Así que lo repito:

He estado pensando en el tema y he llegado a la conclusión de que no le veo sentido al concepto "calidad de voto". Ya luego ampliamos si te parece

Er Tato dijo...

Por si te sirve para la ampliación, el sentido que le doy al concepto "calidad del voto" tiene relación con el voto informado. Es decir, la calidad del voto sería directamente proporcional al nivel de información pública y disponible de la que hace uso el votante. En ese sentido, resultaría lógico pensar que la calidad de la elección es función del interés y el tiempo que suela emplear el votante en informarse.

Si vas a comprarte una lavadora, será más probable que la elección que hagas sea más acorde con tus gustos y tus expectativas si estás bien informado de las características de cada modelo, que si haces una elección a ciegas. Pues con el voto ocurriría lo mismo, con la diferencia de que la falta de interés del elector produce externalidades negativas que afectan al resto de los ciudadanos, mientras que una mala elección de la lavadora sólo tiene consecuencias para el comprador.

Saludos

Dyhego dijo...

Don Tato:
Cuando dije que la victoria de Susana Díaz es "relativa" me refiero a que no ha obtenido lo que deseaba: mayoría absoluta.
En cuanto al asunto de los votos y los votantes creo que si se ponderara el voto nos cargaríamos la esencia de la democracia: una persona, un voto.
Para bien o para mal es así.
¿Cómo solucionar el problema?
¿Hacer como los norteamericanos, que sólo votan los que se han apuntado en las listas de votantes? ¿Hacer como los belgas, que están obligado a votar?
Creo que más "democrático" reformar la ley electoral: prohibición de transfuguismo, de disciplina de voto; quitar la ley d'Hont y hacer un cálculo más equitativo, modificar las circunscripciones, etc, etc, pero sobre todo, poder elegir en las listas. ¿Por qué tengo votar obligatoriamente al primero de la lista si sólo me inspira confianza el duodécimo?
Y en cuanto a los políticos, a esos sí que habría que hacerles un examen de conocimientos y otro de honradez.

Ponga un café bien cargadito.

Er Tato dijo...

Bueno, Panduro y tú habláis de voto ponderado, pero es que yo ni he mencionado tal cosa. Mal vamos si en lugar de debatir sobre lo que decimos tenemos que debatir sobre lo que no decimos...

Yo hablo de permitir o no permitir votar, no de ponderar. ¿Quién dice que la esencia de la democracia es una persona, un voto, así sin más? Si así fuera, España hace tiempo que perdió esa esencia. En Madrid se necesitan 97.000 votantes para tener un voto en el Congreso. En Soria se necesitan 26.120 votantes para tener un voto en el Congreso.

La esencia de la democracia es un ciudadano -no una persona-, un voto. Y ser ciudadano tiene más implicaciones que ser persona. A un ciudadano hay que exigirle un mínimo de civismo, de compromiso. Un ciudadano es más que una persona, es una persona con derechos sí, pero también con deberes y obligaciones. Si tú tuvieras un club de amigos de la mariposa, ¿permitirías que la voz de los socios que ni saben de mariposas, ni les interesan las mariposas, y que sólo se apuntaron al club porque los cubatas son baratos, decidiera la orientación de las actividades del club? Si te apuntas a un club es para participar en él, cada uno con sus capacidades, pero todos con un mínimo interés y compromiso. Y si sólo quieres beber cubatas baratos, no deberías poder quejarte de que no te permiten elegir al equipo directivo del club. Nadie le prohibiría votar, se lo prohibiría él mismo en el uso de su libertad para decidir si "pierde" parte su tiempo en emitir un voto consciente e informado.

Todo eso que dices sobre las listas, las circunscripciones, etc., está muy bien, y mejoraría nuestro sistema democrático, pero yo pretendía reflexionar sobre el votante, sobre el pilar fundamental del sistema, y no sobre el sistema en sí mismo.

Ahí va ese café...

Saludos

Dyhego dijo...

Don Tato:
Si nos movemos en un plano teórico, efectivamente, el voto de un jubileta al que le han dado un bocadillo junto a la papeleta no tiene el mismo valor que el de un ciudadano que vota después de haberlo meditado.
Buena observación la diferencia entre ciudadano y persona.
Su idea de dar una "autorización" a los buenos ciudadanos es difícil de poner en práctica (implementar, dirían los políticos megacools) pero no llevaría a la "democracia a la griega" (no, la actual no) en la que votaban los ciudadanos libres. Lo que nos llevaría al despotismo ilustrado...
(No me haga mucho caso, que sabe usted que yo me voy por las ramas y hablo más con el corazón que con la razón,jajaja).

El caso que usted cita de madrileños y sorianos ¿no se solucionaría con un sistema proporcional, porcentual o algo así?

De todos modos, me deja usted pensativo. No sé qué es lo mejor, la verdad.

Se me ocurre el ejemplo típico de los alumnos que quieren cambiar la fecha de un examen. Siempre ganan los gandules porque los estudiosos se lo han estudiado para el día fijado, pero, claro, en las votaciones, siempre pierden éstos. ¿Si el profe se empeña en no cambiarlo?

De todos modos, decir que tal persona puede votar y otra no, no sé, no sé.

Ponga una cervecita.

Er Tato dijo...

Vayamos por partes, Dyhego.

En principio, yo me muevo en el plano teórico. ¿Existen votos de distinta calidad en el sentido que expliqué anteriormente? Si opinamos que no, se acabó el debate. Si opinamos que sí, se abriría la posibilidad de estudiar algunos mecanismos que obliguen al ciudadano que desee votar a dar algunos pasos hacia una mayor implicación en el sistema. Por ejemplo, un primer paso podría ser pasar un examen para obtener un carné de votante. Y eso no sería en absoluto despotismo. ¿O acaso lo es no permitir a cualquiera conducir y exigirle un carné para hacerlo? No se le prohíbe a nadie votar o conducir, sólo se le exigen unos determinados conocimientos al alcance de cualquiera -que requerirán, eso sí, algún esfuerzo personal-, y las personas son libres de hacer o no un pequeño esfuerzo para adquirirlos o de no hacerlo. Sería el propio ciudadano quien decidiera.

Respecto del ejemplo entre madrileños y sorianos, la solución vendría fundamental, aunque no únicamente, por una circunscripción única. Si el censo es de X votantes y hay 350 diputados, pues un diputado por cada X/350 votos.

Se nos llena la boca de quejas sobre la baja calidad de nuestros representantes, olvidando que, probablemente, esa mediocridad ha sido elegida por representados democráticamente mediocres. Alguna responsabilidad tendremos los votantes, ¿no?

Ahí va esa cervecita fresquita, que hace una caló...

Saludos

Panduro dijo...

Buenas noches,

Creo que entiendo bien tu concepto de "calidad de voto", lo que no termino de ver claro es que el concepto "calidad" sea aplicable al concepto "voto", en un contexto democrático. En consecuencia, veo menos claro aún limitar el derecho al voto en función de esa supuesta calidad del voto.

Le contestas a Dyhego que la esencia de la democracia no es "un hombre un voto"; puede ser, pero entonces tampoco sería como dices "un ciudadano un voto". Yo creo que la base de la democracia son las elecciones libres. Sin elecciones libres no es posible democracia. Primero elecciones libres y luego ya nos iremos poniendo de acuerdo en el resto: democracia censitaria/sufragio universal, listas abiertas/cerradas, circunscripciones, etc.

Para mí elecciones libres significan exactamente eso: libres, que cada cual vote lo que le de la gana y por el motivo que le de la gana. Es el riesgo y la fortaleza de la democracia.

Otrosí: Todas las democracias modernas (las de las revoluciones liberales de EEUU, Francia, Alemania...) empezaron siendo censitarias y abandoraron el modelo en favor del sufragio universal. El motivo fué que acaban creando más problemas -tensión social- que los que supuestamente previenen -populismos, que a la larga irrumpen con más fuerza en los modelos censitarios.

Otra cosa sería plantear la democracia censitaria para los elegibles. Ahí me lo pensaría.

Saludos,

Dyhego dijo...

Don Tato:
Habla usted de la responsabilidad que tenemos los votantes por haber dado nuestra confianza a mediocres...
Ahí discrepo totalmente. Yo no me siente responsable porque ni he votado a Rajoy ni voté a Rubalcaba. Por supuesto tampoco voté a Ramón Luis Valcárcel (ex) ni a su sucesor, Alberto Garre. (Ni borracho del Mihura que sirve usted).

De todos modos, la teoría que usted expone sobre la calidad del voto emitido no se puede demostrar mientras se voten listas y no personas. A veces la gente parece tonta pero no lo es. Los convencidos de cada formación política seguramente seguirían votando a los suyos pero en vez de elegir a Pedro Sánchez, lo mismo votarían al último de la lista, si pudieran.

Como dice el señor Panduro, cuando podamos votar libremente, entonces ya si eso hablamos.

Salu2 a ambos.

Er Tato dijo...

A mí me parece evidente que el voto, que no deja de ser una elección entre diferentes alternativas, tiene grados de calidad en el sentido que yo planteo. De todas formas,los argumentos están en la mesa y no aporta nada reiterarlos.

Planteas mi reflexión, o las consecuencias de mi reflexión, como una restricción de la libertad de voto, como si estuviera planteando una especie de democracia censitaria. Creo que de lo expuesto hasta ahora por mí no puede deducirse tal cosa. En las democracias censitarias -que por cierto, alguna duró hasta casi finales del XX en algún país europeo-, se prohíbe el voto a ciudadanos con determinadas características que no está en su mano modificar (raza, sexo, etc...) y que, además no van asociadas a la calidad de la propia democracia. Creo que la diferencia es clara.

No seré yo quien reniegue del valor, casi absoluto en mi opinión, de la libertad individual ni quien plantee sistemas que la pongan en peligro. Más bien planteo poner en valor la otra cara de la moneda de la libertad individual: la responsabilidad individual. Máxime cuando el ejercicio de esa libertad tiene efectos sobre la colectividad.

Saludos

Er Tato dijo...

Bueno, haces bien en no sentirte responsable, pero parece claro que alguien lo será, ¿no? Los votos no se meten solos en las urnas.

Por otro lado, no pretendo demostrar que hay votos de mala calidad -insisto, en el sentido en que yo empleo esa expresión-, es que es tan evidente que no requiere demostración.

¿Cuando podamos votar libremente? Creo que las listas abiertas están sobrevaloradas. Si muchos, demasiados, votantes no conocen ni lo que pretenden hacer las siglas a las que vota ni cómo funciona, por ejemplo, el poder legislativo al que elige, aunque sea así por encima, ¿van a saber si el que va el quince en la lista es mejor que el que va el octavo?

Un votante de calidad es presupuesto de una democracia de calidad, no su resultado.

Saludos

Panduro dijo...

Buenos días,

El modelo que planteas sí que es censitario desde el momento que impone al votante cumplir ciertos requisitos para ejercer su derecho al voto. Hay muchos ejemplos en la historia de democracias censitarias con criterios diferentes a los de sexo o raza: renta, impuestos, alfabetización, etc.

Mi objeción al modelo censitario ya lo expuse antes: no funciona.

Otro punto en el que discrepo es en tu concepto de calidad del voto. Y discrepo por varios frentes.

El primero es que presupones grados de calidad objetiva entre las distintas opciones a votar. Precisamente por que no los hay es por lo que se propone a votación la elección entre ellas.

Mi segunda discrepancia es determinar la calidad del voto en función del grado de implicación y formación del votante. Eso más bien determinaría la calidad del votante, no del voto. En mi opinión, la calidad del voto la determina lo que es común a todos ellos, es decir, la libertad en la que se ha desarrolado la votación; no las circunstancias particulares de cada voto que dependan del votante. Esto nos llevaría claramente a una democracia censitaria.

Resumiendo: Sí estoy de acuerdo en que la mayor información e implicación de los votantes conllevaría más calidad en el sistema democrático. No estoy de acuerdo en la solución que propones para conseguirlo.

Saludos.

Er Tato dijo...

En efecto, aunque son anecdóticos, han existido modelos censitarios basados en parámetros distintos al sexo o la raza. Pero lo que diferencia mi propuesta de un modelo censitario clásico es la cuestión de fondo. En los modelos conocidos se trataba de limitar la participación, privilegiando a unos en detrimento de otros, pero sin que esa discriminación supusiera incentivo alguno para que el discriminado modificara su conducta, sobre todo porque el parámetro discriminador no dependía directamente de su conducta. Si era mujer, negro o pobre, ya me contarás. Sin embargo, el parámetro discriminador que yo planteo depende al 100% de la conducta del ciudadano, máxime en una democracia como la nuestra, en la que quien es analfabeto o está desinformado es porque así lo ha querido. Y además, es libre de hacerlo. Es una opción más que, en mi opinión, debe tener consecuencias en lo que afecta a las decisiones que trascienden su libertad individual.

Sobre tu objeción al modelo censitario, no puedo estar más de acuerdo. Pero insisto, yo no propongo un modelo censitario en el sentido clásico y conocido, que es el que no funciona.

Sobre mi concepto de calidad del voto me temo, a la vista de tu respuesta, que todavía no he conseguido explicarlo adecuadamente. Yo no presupongo nada respecto de la calidad de las opciones. En absoluto. Y no sé de qué parte de todo lo que he escrito deduces tal cosa. Mi reflexión se mueve permanentemente en el lado del elector, no en el lado del elegido. Quien vote una opción marxista, si lo hace consciente de lo que está votando y debidamente informado, estará votando con la calidad adecuada. Que a mí me parezca un opción equivocada -y me lo parece-, no tiene la más mínima influencia sobre mi concepto de calidad del voto, que quizás habría que reformular como calidad del votante para ser más precisos, tal y como tú mismo planteas. Yo siempre he hablado, o he pretendido hablar, de la calidad del votante, y lógicamente por extensión, de la calidad de su voto en el sentido expuesto. Por ejemplo, algunos comentarios más arriba, cuando pretendí concretar el sentido en el que empleo el concepto de calidad de voto -precisamente para evitar debates nomilalistas-, dije literalmente que "la calidad del voto sería directamente proporcional al nivel de información pública y disponible de la que hace uso el votante". No dije directamente proporcional a la calidad de la opción elegida, ¿cómo podríamos limitar el derecho al voto en función de lo que pretenda votar el ciudadano? Y ni siquiera aludí al nivel de formación, término que quise evitar expresamente, porque creo que el interés por estar informado es más que suficiente.

Nos conocemos, aunque sea virtualmente, desde hace algunos años. Hemos debatido otras veces, unas estando de acuerdo y otras estando enfrente, y me sorprende realmente que hayas interpretado que mi planteamiento consistía en prohibir el voto a quienes votaran opciones que a mí me parecieran de poca calidad. Si mi amigo entendió eso, no me extraña que me mirase como si yo fuera la reencarnación de Hitler pero, sinceramente, no creo que me haya explicado tan rematadamente mal, ni en el bar, ni en la taberna. No obstante, tomo buena nota para intentar ser más preciso en el futuro.

Saludos

Dyhego dijo...

Luego le contesto, que ando muy atareado hoy.
Salu2. N
Ni para un café tengo tiempo.

Panduro dijo...

¡Mira qué morena acaba de entrar!

Er Tato dijo...

Jajajaja... ¡Chapeau!

Luego te pongo una Cruzcampo fresquita con unos chochitos, que todavía es muy temprano...

Saludos

Dyhego dijo...

Don Tato:
Sí, se ha explicado usted meridianamente sobre la "calidad de voto" y desde luego sé que no ha dicho usted en ningún momento que pretenda negarle el voto a nadie.

En cuanto a las "listas abiertas", creo que sería beneficioso porque todos los candidatos tendrían que hacer el esfuerzo por hacerse conocer y se retratarían.

Me tomo ahora la cervecita.

Salu2.

Er Tato dijo...

Por supuesto, ahí va esa cervecita. O mejor, dos, que a estas horas y con esta calor...

Saludos