No sé si los votantes de Podemos han leído serenamente su programa electoral. Desde luego, espero que no. Y que su opción haya sido más una pataleta contra el sistema que una aspiración sincera a que sea éste el modelo político al que aspiran para nuestro país.
No obstante, hay que reconocer que las treinta y seis páginas de su programa se leen del tirón y de forma amena. Quizás por lanzar mensajes breves y contundentes en blanco y negro, sin tanto colorín en papel cuché. Y quizás porque esos mensajes son difícilmente rechazables por quienes están en el paro, quienes apenas llegan a fin de mes, quienes sufren recortes en educación o sanidad mientras aumenta la deuda para seguir pagando subvenciones y mamandurrias.
Más allá de algunas propuestas con las que es más que razonable estar de acuerdo, proponer que se reduzca la jornada laboral a 35 horas o nos jubilemos a los 60 años; proponer que se incremente de forma significativa el salario mínimo o que se limiten los salarios máximos; proponer que se impague una parte de la deuda o se nacionalicen empresas; proponer que se instaure una renta básica por el sólo hecho de ser ciudadano o que se despenalice la ocupación de viviendas vacías propiedad de inmobiliarias y promotores; proponer, en fin, tamaño incremento del intervencionismo económico, implicaría tal reducción de riqueza en el país que resultaría imposible financiar los derechos que propugnan, entrando en un círculo vicioso de final dramático. A eso lo llaman morir de éxito.
No obstante, hay que reconocer que las treinta y seis páginas de su programa se leen del tirón y de forma amena. Quizás por lanzar mensajes breves y contundentes en blanco y negro, sin tanto colorín en papel cuché. Y quizás porque esos mensajes son difícilmente rechazables por quienes están en el paro, quienes apenas llegan a fin de mes, quienes sufren recortes en educación o sanidad mientras aumenta la deuda para seguir pagando subvenciones y mamandurrias.
Más allá de algunas propuestas con las que es más que razonable estar de acuerdo, proponer que se reduzca la jornada laboral a 35 horas o nos jubilemos a los 60 años; proponer que se incremente de forma significativa el salario mínimo o que se limiten los salarios máximos; proponer que se impague una parte de la deuda o se nacionalicen empresas; proponer que se instaure una renta básica por el sólo hecho de ser ciudadano o que se despenalice la ocupación de viviendas vacías propiedad de inmobiliarias y promotores; proponer, en fin, tamaño incremento del intervencionismo económico, implicaría tal reducción de riqueza en el país que resultaría imposible financiar los derechos que propugnan, entrando en un círculo vicioso de final dramático. A eso lo llaman morir de éxito.
Pero a ver, que como poder, podemos. Lo que habría que preguntarse es si debemos, si sería una
buena idea acercarse a modelos como los de Venezuela o Corea del Norte.
De esto, de procurar que haya suficiente tarta como para poder repartirla, del libre mercado y de la justicia social, ya hablamos por aquí hace algunos años. Y no está de más recordarlo.
13 comentarios:
Yo creo que la gente ha echado esa papeleta por la pataleta, como dices. A mí no me alarma tanto el ascenso de partidos como Podemos sino el estúpido letargo de los partidos grandes que no reaccionan y que van perdiendo votantes. Un saludo.
Esperemos que sea así, Jesús, y no pretendan darles a los partidos mayoritarios una patada en nuestro propio culo.
Un abrazo
Don Tato:
Reconozco que no me he leído ningún programa electoral y que he ido a votar, como siempre, porque me gusta mucho votar.
La cantidad de tonterías que están diciendo los tertulianos de los medios es igual a la que "regüeldan" (con perdón) los políticos.
Al igual que don Epifanio, creo que mucha gente ha votado a los nuevos partidos porque quieren tener esperanzas. Otros han votado para fastidiar a los grandes.
Esta mañana estaba escuchando a un tertuliana bastante sensato decir lo que usted apunta y me he acordado de usted (tanto acordarme de usted me preocupa, jejeje).
La reforma más importante que espero es la del sistema electoral. Sin ella, todo lo demás es bla bla bla bla, por desgracia.
Ponga usted una tónica.
Salu2 tónicos.
¿Una tónica? Pero aliñaíta, ¿no?
Y no te preocupes de acordarte de mí, hombre, aunque sea un liberal comeniños con cuernos y rabo...
Una reforma electoral estaría bien pero, visto lo visto, no sé yo si no sería mejor reformar a los electores.
Saludos libérrrimos
Estoy de acuerdo en reformar a lo electores, sobre todo si piensan como usted.
Bueno, Anónimo, yo con que piensen me conformaría, aunque ya veo que usted aspira además a decirles cómo no deben pensar...
También yo me conformaría con que pensasen los que piensan como usted.
Vaya, Anónimo, me alegro de su rectificación. Al menos ya se conforma sólo con que piensen...
Algo es algo. ;-P
Por cierto, y hablando de pensamiento, cuando usted quiera confrontamos el suyo y el mío, porque hasta ahora, del suyo bien poco sabemos más allá de que no coincide con el mío y de que le gustan los chascarrillos...
Saludos
¿Chascarrillos? Desalentador que siga usted utilizando una palabra tan en desuso. Me temo que tendría que hacer esfuerzos extraordinarios para ponerme al nivel de su atrasado bagaje lingüístico. No sé si me merece la pena. Me lo pensaré. Mientras tanto, procure actualizarse.
No se ofenda pero, la verdad sea dicha, no me interesan sus opiniones en absoluto. Por lo que se ve, no puede usted decir lo mismo respecto de las mías.
Y por cierto, ¿de dónde saca que chascarrillo está en desuso? Quizás debiera usted consultar el diccionario más a menudo.
Nada tiene que ver las palabras que figuran en el diccionario con los que están en desuso.
Consulte, consulte las palabras en desuso y la hallará.
Le aclaro que en principio no me interesan sus opiniones.
Claro...
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