lunes, 18 de marzo de 2013

Siempre nos quedará el colchón...

El último activo libre de riesgo al margen del colchón, el depósito bancario, ha caído. Hasta este fin de semana, se suponía que un pequeño ahorrador que tuviera su dinero en un depósito asumía un riesgo cero, al menos hasta el límite del correspondiente fondo de garantía de depósitos, que actualmente se sitúa en 100.000 euros.

Si usted tiene una cuenta corriente en la que le ingresan la nómina -el que la tenga-, le cobran la factura del teléfono, le pegan sablazos trimestrales en forma de comisiones bancarias, prestan sin su permiso y sin remunerárselo el dinero que le quede, obteniendo el banco pingües beneficios -aquello de la reserva fraccionaria y tal-, y aguanta estoicamente todos esos abusos porque piensa que, al menos, su dinero está seguro porque no es chipriota aunque lo tomen por idiota, despierte. A partir de ahora, todo vale. Inseguridad jurídica a tutiplén en la civilizada Europa. ¿Que existen leyes que protegen los depósitos para dar estabilidad a un sistema financiero corrupto y desestabilizado por los propios Estados? Nos cagamos en ellas para corromperlo aún más. ¿Que los depositantes quieren sacar su dinero? Corralito para que no puedan hacerlo antes del atraco.

Primero, nuestros políticos les regalan a los bancos una pasta gansa de nuestros impuestos y aumentan la cobertura del fondo de garantía de depósitos para combatir un supuesto riesgo sistémico que trata, fundamentalmente, de evitar que los depositantes se acojonen y decidan retirar un dinero que no existe -no más del 10% del PIB mundial es dinero contante y sonante-, provocando el colapso de todo el sistema. Y ahora van los capulllos y toman una medida que anima a los depositantes precisamente a sacar cuanto antes la pasta de los bancos y meterla bajo el colchón, provocando la desestabilización que, supuestamente, pretendían evitar con las primeras medidas.

No sé yo, pero a mí me da que alguien no ha medido bien las consecuencias de traspasar esa línea roja. Aunque puestos a romper tabúes y ser originales, nuestros políticos podrían prohibir la reserva fraccionaria o renunciar a la potestad de emitir moneda e imponer tipos de interés. ¿A que no hay cojones?


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