"Lo digo con humildad, me gustaría ver a mí cuántos presidentes autonómicos y cuántos presidentes del gobierno, cuando los ciudadanos se manifiestan rectifican. Pero nosotros tenemos que hacerlo con humildad, claro que sí. Si hay cosas, o que no las he explicado bien o que generan inquietud, da igual, ya no hay que valorar si es mejor o peor, generan inquietud..."
Iba escuchando la radio en el coche y, de pronto, pusieron este corte de Susana Díaz hablando sobre cómo caerse en una zanja y decir que vive allí. Lo busqué para reproducirlo literalmente, para no equivocarme, para que nadie me diga que no son sus palabras exactas, para que nadie me llame sectario.
De todo lo que dice, lo más grave no es que presuma de humildad cuando te han ahorcado a la fuerza, tras algún ruido de sartenes recién estrenadas, porque aquí, en esta bendita tierra, las sartenes y las ollas sólo se han usado para hacer guisos desde hace tres décadas y media, sin un rasguño, sin una abolladura. Ni que rete a otros presidentes a ser capaces de tener el oído tan fino como ella para escuchar el estruendoso hartazgo de unos cuantos. No. Lo más grave -y no deja de serlo porque sea lo habitual, lo que hacen todos-, es afirmar que da igual, que ya no hay que valorar si es mejor o peor una determinada decisión, que no hay que hacer el esfuerzo de explicarla con argumentos, para defenderla o rectificarla, que no, que basta con que cree inquietud en el pueblo, que lo demás da igual.
Gobernar a golpe de inquietud. Pero no de cualquiera, no, sino sólo de la que aparece en Canal Sur porque es tan evidente que es inevitable. Y después, darle la vuelta a la tortilla y presumir de humildad, de capacidad de reacción y de política de altura.
Crear problemas para presumir de resolverlos. Susana en estado puro.
Iba escuchando la radio en el coche y, de pronto, pusieron este corte de Susana Díaz hablando sobre cómo caerse en una zanja y decir que vive allí. Lo busqué para reproducirlo literalmente, para no equivocarme, para que nadie me diga que no son sus palabras exactas, para que nadie me llame sectario.
De todo lo que dice, lo más grave no es que presuma de humildad cuando te han ahorcado a la fuerza, tras algún ruido de sartenes recién estrenadas, porque aquí, en esta bendita tierra, las sartenes y las ollas sólo se han usado para hacer guisos desde hace tres décadas y media, sin un rasguño, sin una abolladura. Ni que rete a otros presidentes a ser capaces de tener el oído tan fino como ella para escuchar el estruendoso hartazgo de unos cuantos. No. Lo más grave -y no deja de serlo porque sea lo habitual, lo que hacen todos-, es afirmar que da igual, que ya no hay que valorar si es mejor o peor una determinada decisión, que no hay que hacer el esfuerzo de explicarla con argumentos, para defenderla o rectificarla, que no, que basta con que cree inquietud en el pueblo, que lo demás da igual.
Gobernar a golpe de inquietud. Pero no de cualquiera, no, sino sólo de la que aparece en Canal Sur porque es tan evidente que es inevitable. Y después, darle la vuelta a la tortilla y presumir de humildad, de capacidad de reacción y de política de altura.
Crear problemas para presumir de resolverlos. Susana en estado puro.